¿Qué maestro quiero ser?

Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram

Un día, en el expreso de Soria-Monterde

Vi subir a un hombre con una oreja verde.

Ya joven no era, sino maduro parecía,

salvo la oreja, que verde seguía.

Me cambié de sitio para estar a su lado

y observar el fenómeno bien mirado.

Le dije: Señor, usted tiene ya cierta edad;

dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?

Me contestó amablemente: Yo ya soy persona vieja,

pues de joven sólo tengo esta oreja.

Es una oreja de niño que me sirve para oír

cosas que los adultos nunca se paran a sentir:

Oigo lo que los árboles dicen, los pájaros que cantan,

las piedras, los ríos y las nubes que pasan;

Oigo también a los niños cuando cuentan cosas

que a una oreja madura parecían misteriosas…

Así habló el señor de la oreja verde

Aquel día, en el expreso de Soria-Monterde.

Gianni Rodari

(traducción de Fabricio Caivano)

Este poema del insustituible Gianni Rodari enmarca muy bien este artículo que estás a punto de leer, ya que el autor hace una propuesta muy interesante para los maestros y de cómo podemos vivir nuestras experiencias educativas. Esta oreja verde no es otra cosa que nuestra capacidad de asombrarnos, de ver la educación, a nuestros alumnos y a todo lo que nos rodea como algo nuevo…

Así que, si no tienes esa oreja verde o, sobre todo, no estás dispuesto a que te crezca de nuevo, no puedes seguir leyendo. ¿Por qué? Porque esa oreja verde es necesaria para vivir y educar con Emoción, con Motivación y Vitalidad. Tres características necesarias en nuestra profesión. De hecho, puedes pensar que una se puede dar sin la otra, y es verdad. Pero cuando se combinan las tres obtenemos un poder insustituible para educar.

A lo largo de la historia han sido ya muchas las personas que han hablado sobre qué es esto de la educación y del “papel” del maestro en el aula. Precisamente por ello no pretendo reinventar nada, sino refrescar aquello que nos ayude a seguir en la tarea educativa diaria con nuestros alumnos.

Educar es mirar al infinito y querer llegar a él cada día aún sabiendo que es imposible. Sólo el hecho de quererlo e intentarlo nos ayuda a avanzar y avanzar y avanzar. ¡A descubrir! Porque el camino educativo no es nada más que ir descubriendo aquello que es un bien para el otro. Sí, el otro. 

Los que vivimos ilusionados por la educación siempre tenemos inquietud por mejorar lo que nos rodea y a los que nos rodean. Pero a veces nos olvidamos de lo fundamental. La primera inquietud que deberíamos de tener es la de mejorarNOS.  Para ello, es importante mirar a nuestro interior, a nuestro ser y ver en qué punto estamos. Puede sonar raro, pero yo creo que el punto de partida en la educación es el “yo”, como medio para llegar a lo importante: el “tú”. 

Entrar en el proceso de conocimiento de uno mismo (entendiendo que sucede a lo largo de toda nuestra vida) requiere aceptarse con cada uno de los descubrimientos que hacemos y, por tanto, quererse. Sólo en ese momento es cuando estamos preparados para lo importante: querer al otro. 

Educar es mirar al infinito y querer llegar a él aún sabiendo que es imposible.

En esos instantes estamos preparados no sólo para llegar al niño (el tú), sino que sabremos cómo hacerlo, ya que hay algo más importante que querer al otro. ¿Sabes qué es? SABER QUERERLO. 

El camino ideal para poder educar en el aula (por no decir en todo el colegio) es el camino del amor. Conocer a nuestros alumnos y aceptarlos nos va a ayudar a SABER quererlos. Es decir, a saber corregirlos adecuadamente cuando sea necesario y a felicitarlos cuando realmente sea propicio. 

Y, ¿por qué debo escoger este camino? Pues simplemente porque educar es una acto de amor constante. Primero el corazón, que es donde está la vida. Los propios padres somos los que ponemos la medida de la exigencia en los resultados académicos, sin darnos cuenta de que eso sólo es la consecuencia de algo mucho más importante: el ser. Y al ser hay que alimentarlo desde una relación verdadera, una relación de amor.

La educación, por tanto, al igual que el amor, no es una relación unidireccional, sino bidireccional, por no decir centrífuga. Todo a la vez. De la misma manera que debemos ser herramienta para que el otro crezca, el otro también es herramienta para que yo crezca cada día. 

Debemos sentirnos protagonistas de la educación de nuestros alumnos, no meros espectadores. Más bien diría que el espectador es el niño, ya que él nace con una capacidad innata de mirar, de tener curiosidad por las cosas, de asombrarse por todo lo que ve y está esperando a que nosotros le demos el “visto bueno” a todo lo que descubre. Y, poco a poco, ya procuraremos que ese “visto bueno” sea menos necesario y parta ya de su decisión, de su mirada…

Leía hace poco que “Educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.” ¡Qué pasada! ¿no? Cuánta razón tenía John Ruskin. Eso es lo que tenemos en nuestras manos. 

Muchos, ante este discurso, te pueden tachar de idealista o de “cursi”, pero esos son los que no quieren educar, porque este planteamiento implica DAR LA VIDA. 

Otros cuando digas esto, dirán que ya la dan, que se esfuerzan mucho, pero la verdad es que no acaban de entender (o no quieren) que el esfuerzo y el compromiso va en otra línea, no en SU línea. El que da de verdad no busca reconocimiento, sino que a quien le da reconozca, en aquello que se le da, un bien para él. ¡¡¡Guau!!!

Si queremos que nuestros niños sean grandes, auténticos, debemos arriesgarnos y hacer cosas grandes. ¡¡¡Ser grandes nosotros!!!

Educar a una persona no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.

John Ruskin

Hay que Emocionarse con lo que hacemos, Motivarse con lo que queremos transmitir y hacerlo con Vitalidad, con pasión. Debemos vivir nuestro día a día con pasión. 

Debemos Emocionar a nuestros alumnos con lo que les mostramos (palabra importante: mostrar, no enseñar), Motivarles en todo aquello que sabemos que les puede hacer un bien y mejores. Y debemos sacar de ellos la mayor Vitalidad, porque así derrocharán alegría en todo aquello que hagan.

Catherine L’Ecuyer, autora del libro Educar en el asombro, dice que el motor de la motivación es el asombro. No podría estar más de acuerdo, aunque yo incluiría que también incita a la emoción y genera la vitalidad por las cosas.

Emocionarse y generar emoción no es otra cosa que albergar en el otro un interés expectante por algo. Es ese estado de “buena tensión” que te permite estar atento a todo lo que sucede a tu alrededor. Que te incita a observar todo aquello que sucede a lo largo de tu vida y que te ayuda a crecer y a salir de la “dichosa” zona de confort que te impide avanzar hacia terrenos desconocidos. Esos terrenos fangosos y oscuros tras los que suelen aparecer nuevos retos, nuevos objetivos que te empujan hacia arriba.

Ese interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo es, en primer lugar, ¡¡¡tu propia vida!!!, de ahí la importancia de tomar conciencia de lo imprescindible que eres para el mundo, para el otro. Tanto, que es fundamental que entiendas que sin ti, el mundo no puede avanzar. Por eso urge que te intereses por ti. Tal y como se ha ido diciendo a lo largo de este artículo, ese es el primer paso para lo importante… Ya sabes qué es, ¿no? Pues eso.

En función de lo “emocionado” que vivas cada instante de tu vida, aquel que te observa (tu hijo, tu padre, tu alumno, tu amigo…) será contagiado y podrá potenciar, también, aquello que emerge de dentro de él: sus talentos. 

De ahí la importancia de la “oreja verde”. Sin ella, esto no puede suceder. Debemos recuperar esa mirada, ese oído, esa actitud de niño que nos invita a descubrirlo todo por primera vez. ¿No es emocionante?

El motor de la motivación es el asombro.

Catherine L’Écuyer

Pero fíjate en este juego de conceptos: Si nos invade la emoción ante lo que sucede a nuestro alrededor podemos emocionarnos, es decir, podemos conmover nuestro ánimo, o sea, nuestra alma. Y no sólo eso: como nos observan, podemos conseguir conmover el ánimo del que tenemos delante, ¡¡¡y eso sí que es increíble!!! Tocar el alma de nuestros alumnos es acariciar el motor de su corazón, lo que realmente le va a ayudar a crecer y crecer y crecer…, y a amar.

No me digas que si establecemos como paso importante en nuestra vida la emoción en todo lo que hacemos la consecuencia inmediata no es la motivación en todo lo nuevo, ante toda adversidad u obstáculo.

Y cuando entendemos la Motivación como el ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia, sucede lo mismo. El hecho de vivir con emoción hace que me emocione y eso provoca ilusión por lo que hago, lo que me lleva a motivarme para hacerlo de la mejor manera posible. Es decir, me ayuda a preparar la acción educativa en cuestión porque descubro lo importante y lo profundo de la situación, del hecho. Y me ayuda a hacerlo con ánimo.

Y al igual que sucede con la emoción, cuando vivo motivado contagio motivación. Yo no te puedo convencer de que te motives por ti, por algo o por alguien, pero puedo contagiarte mi ilusión, mi alegría por las cosas, mi motivación. 

Y aquí llega la tercera parte del enclave. Si la emoción por las cosas me motiva a sacar lo mejor de mí, sólo me saldrá hacerlo de una manera: con Vitalidad, con esa energía arrolladora que provocará un contagio constante. La pasión por las cosas genera pasión por desarrollarlas con todas nuestras fuerzas y limitaciones. Sin excepción. 

La vitalidad genera vida y la pasión lo empuja con fuerza para que suceda. Y en el momento en que generamos vida en nuestra vida, podemos darla a los demás. Sí, siempre a los demás. Siempre. Es necesario para que seas feliz. Imprescindible.

Llegados a este punto, no queda nada más que volver al origen de lo comentado y preguntarte: ¿tú te emocionas por la vida, por lo que te rodea? Porque si te Emocionas por tu ser, te empujará a Motivarte para continuar descubriéndote y a hacerlo con Vitalidad, con alegría, con pasión. Y cuando suceda eso, tendrás la oportunidad de poderlo contagiar a los demás, empezando por tus alumnos… Y ahí dará igual el método pedagógico, de verdad. Seguro que escogerás el adecuado. 

Lo que mueve al mundo (sobre todo ante la dificultad) nunca será el esfuerzo por el esfuerzo, sino el latir de nuestros corazones. Cada uno de nosotros tenemos una misión importantísima en la vida. Es tan seria que no podemos quedarnos aletargados en nuestras miserias o en nuestras limitaciones. Debemos buscar los caminos adecuados para querer superarse cada día. No podemos olvidarnos de que el importante no es uno mismo, pero precisamente porque el otro es nuestro objetivo para ser felices, debemos darnos muchísima importancia y tomarnos muy en serio nuestra vida.

No permitamos que nos arrastre nuestro día a día, aquello que la sociedad quiere contagiar, que, como José Mª Contreras dice en su libro Educa, sé valiente son la comodidad y la desesperanza. Mira a tus alumnos y pregúntate qué puedes ofrecerles, no que materia enseñarles. 

¿Te atreves? Pues educa, ama, corrige, pero antes empieza por ti. 

Emoción…, Motivación…, Vitalidad…

Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram

No te pierdas nada, suscríbete

Artículos relacionados

Photo by Jessica Rockowitz on Unsplash

3 claves para el Acompañamiento Educativo

La tarea educativa por excelencia es ayudar a nuestros hijos a que sepan buscar, preguntarse y descubrir el sentido de su vida. Nosotros podemos ayudar a nuestros hijos a obtener la oportunidad de redescubrirse, de que hagan un viaje constante por su vida personal.

Y ahora…, ¿qué hacemos con las pantallas?

Estamos confinados en casa, teletrabajamos de la mejor manera posible para no perder el trabajo a la vez que preparamos comidas, cenas, limpiamos la casa y ayudamos a que nuestros hijos hagan las tareas escolares que les han propuesto…

Utilicemos el sentido común y hagamos lo que podamos mirando, siempre, lo mejor para nuestros hijos.

Deja un comentario